Llevamos ya muchos años hablando de dietas, de hecho, cada primavera suele aparecer una nueva coincidiendo con la famosa “operación biquini “. Pero los años también nos demuestran que al final todas son pan para hoy y hambre para mañana ya que no enseñan nada a nivel educativo y por ello imposibles de sostener en el tiempo. Su misión suele consistir en restringir la ingesta calórica del día sacrificando en muchas ocasiones grupos de alimentos imprescindibles para conseguir un buen estado de salud . A lo máximo que podemos aspirar es a perder unos kilos de forma rápida pero que igual de rápido volvemos a recuperar porque básicamente lo perdido es agua y masa muscular pero no grasa.

Sin embargo cuando hablamos de dieta mediterránea la cosa cambia de manera radical porque estamos hablando de un concepto que incluye alimentación saludable, fresca, de temporada, de combinación de ingredientes para elaborar platos sanos y sencillos y todo ello acompañado de una vida físicamente activa favorecida por la bondad del clima. En definitiva es empezar a practicar un estilo de vida saludable en donde se comparte y se celebra alrededor de una mesa, los alimentos locales y de temporada son los protagonistas indiscutibles de las recetas y que a pesar de las diferentes culturas de los países del mediterráneo se comparten unos rasgos comunes en el patrón alimentario..
Tan importante es la dieta mediterránea que la UNESCO la ha reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad permitiendo su protección y difusión para que la población mundial pueda beneficiarse de las bondades de esta forma de entender la vida y la alimentación.

Sus pilares son el consumo de verduras, frutas, legumbres, cereales, tubérculos y frutos secos. La abundancia de alimentos de origen vegetal propicia la presencia de fibra, vitaminas y antioxidantes, nutrientes con un papel fundamental en la prevención de multitud de enfermedades. El pescado, las aves, huevos y lácteos son consumidos de forma moderada mientras que las carnes rojas y sus derivados se consumen de manera ocasional.
El aceite de oliva es la grasa protagonista, no sólo como alimento, sino también como símbolo ya que es considerado el rey, también conocido como oro líquido. Por otro lado, las bebidas fermentadas como el vino también juegan un papel importante en la cultura mediterránea y por ello de forma moderada está incluido su consumo.